Voy tarde-Narrativa

El sonido del motor luchando por calentarse en el penetrante frío de la mañana es opacado por la visión obstruida con la que el parabrisas escarchado me dice “Buenos Días”, y no tan buenos porque una vez más todo estaba bien; la alarma sonó a tiempo y como es costumbré no fue hasta mi segunda taza de café que mi sentido de conciencia regresó, listo, estoy despierto. Entre el baño, las noticias, decir buenos días a mi novia y contestar los e-mails mañaneros que cada vez parecen más eternos, sin darme cuenta quedan 10 minutos para llegar a clase. No es cualquier clase, es mi clase de narrativas, no sé qué me gusta menos; si levantarme a las cinco de la mañana o llegar a oler ese aliento que me regresa a mi cama con una mente llena de pesadillas. Voy tarde.
Pasan minutos, el motor calentó y los parabrisas hicieron su mayor esfuerzo por quitar el escarchado. Tengo que arreglar ese ruido, lleva dos semanas así, está bien, lo haré el jueves, por ahora solo quiero llegar, lo demás pasa a segundo plano. Llega el primer alto, siempre me tocan altos, por primera vez en la mañana tengo tiempo de asimilar el frío de esta apresurada mañana a través del frío de mis dedos sobre el volante. Luz verde, pie en clutch, entra primera, vámonos. 
El camino parece fluir, cómo si por fin la mañana estuviera de mi lado, no hay tráfico y la estampa sobre los faros de la ruta frente a mi de “Memelas Lucy” me distrae del hecho de que casi me chocan, todo va bien. El vigilante de la facultad parece estar teniendo una mañana del estilo, responde a mi saludo con un ligero movimiento de boca. 
Llego corriendo al salón, en efecto ese aliento mañanero me ve, se acerca y me dice “llegas tarde”, cómo si yo no lo supiera. 

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